El paro del sector agropecuario es un baldón para un gobierno que cree en el voluntarismo en su favor o en su contra, y olvida sus propias culpas a la hora de emitir moneda y comprar dólares caros.
Es indudable que el cimbronazo que produjo la decisión de Confederaciones Rurales Argentinas y la Federación Agraria ha sido de gran magnitud. Al momento de escribir estas líneas hasta tuvimos oportunidad de escuchar por primera vez en un reportaje radial al secretario Guillermo Moreno señalando, (con palabras muy similares a las empleadas en otras oportunidades por la ministra Miceli) que “ellos” (el sector agropecuario) “quieren subir los precios” y “nosotros” (el gobierno) “no vamos a permitir que suban los precios del pan al pueblo argentino, de la carne al pueblo argentino, del aceite al pueblo argentino…” No hay ninguna duda de que este buen señor cree que la suba de precios es un acto voluntario gestado por miles y miles de productores o empresarios para perjudicar a la población en general sacándole su dinero al obligarla a pagar más. O al menos intenta que nosotros lo creamos.
También otros ministros y algunos gobernadores han salido a opinar en la misma dirección. Y si a esto le sumamos la reiterada negativa del presidente Kirchner a asistir a la inauguración de la Exposición Rural en Buenos Aires, tenemos una idea acabada de lo que, en principio, piensa esta gente.
Como nos cuesta creer que verdaderamente piensen eso, es que dejamos el margen para la duda. Es probable que muchos funcionarios o dirigentes políticos no entiendan las reglas básicas de la economía y pretendan, por enésima vez, ser ellos quienes deciden la medida de las cosas.
Pero no puede ser que ignoren cuáles serán los resultados al finalizar el intento. Entre muchísimas otras cosas porque la Argentina pasó varias veces por esta misma historia.
Tal vez alguna cuestión de índole emocional les haga decir las cosas que dicen y obrar como obran, dejando de lado cualquier consideración sobre la legalidad de sus actos. Pero es obvio que el agravamiento de la situación es más que palpable y no solamente por el paro agropecuario ahora anunciado. Hace rato que hay problemas de escasez de combustibles, por ejemplo. Es un dato que hoy por hoy existe un mercado negro de carnes y que las cosas se resuelven entre bambalinas por sectores o entre éstos y algunos funcionarios clave. También es un dato que no pocos productos con “precios acordados con el gobierno” hace bastante que no cuentan con un lugar en las góndolas.
Quien pretenda vender un bien a un precio que el mercado pagaría con gusto, deberá primero tener el permiso oficial, so pena de ser sancionado, perseguido, insultado o atacado por inspecciones y penalizaciones varias. Si acepta ese precio oficial, entonces podrá vender. Y dado que tal precio con seguridad es más bajo que el de mercado, prontamente el producto comenzará a escasear y aparecerá un mercado paralelo.
Nada de esto es nuevo. Y no sólo no es nuevo en el gobierno actual de la Argentina. No es nuevo en la historia del mundo entero prácticamente.
Es evidente que pretender sostener un tipo de cambio artificial trae problemas y desequilibrios, tanto si tal tipo de cambio es “alto” como si es “bajo”.
El gobierno sostiene el tipo de cambio alto y emite moneda para ello. El argumento es que tal tipo de cambio debe ser competitivo. Ello indica que el país no es competitivo a menos que se utilice ese artilugio. Pero ningún artilugio monetario dura eternamente, claro está.
Las consecuencias inflacionarias están a la vista. Y si bien la ministra Miceli, aparte de creer que es legal permitir o no que suban tales o cuales precios, pretende que el repunte inflacionario tiene que ver con el crecimiento. La realidad es que si la economía funcionara sobre la base del trueque, tal inflación desaparecería de inmediato, demostrando así dónde está el problema.
Vemos claramente cómo el voluntarismo se ha adueñado de la situación. El Dr. Lavagna acaba de publicar una solicitada con lineamientos generales para un plan de gobierno en la que el primer punto que se menciona es el de “sostener un tipo de cambio alto”. Su intención es obvia: hacer eterno lo que sólo puede ser efímero.
A su vez, la Lic. Miceli ha dicho también que es preciso un “shock de inversiones” y ha pedido públicamente al empresariado que invierta. ¿Es preciso pedir que se invierta si el país ha venido recuperándose y creciendo como ha venido haciéndolo? ¿No es obvio que las inversiones deberían venir solas?
Es correcto suponer que si se invierte para producir bienes adicionales la tasa de inflación tienda a bajar. Pero las inversiones que no vienen no lo hacen porque se encuentran con un panorama como el descripto más arriba. Los funcionarios creen que ellos deben permitir o no que suba tal o cual precio.
Ellos permiten y desean que el precio del dólar sea caro, por lo cual los salarios de la población son bajos en esa moneda. Como para tales funcionarios no es importante que alguien compre dólares (¿alguien vio alguna vez un dólar?), pero sí es fundamental que pueda comprar aceite o carne, entonces actúa sobre los precios de los alimentos en una dirección, y sobre los precios de las divisas, en la dirección contraria.
La realidad es que la merma de animales hembra para rodeos de cría ha sido sustancial desde que a comienzos de marzo el gobierno decidió prohibir la venta al exterior de todo producto cárnico y sus derivados. Una medida arbitraria, inconstitucional, ajena al Estado de Derecho y para colmo absurda por donde se la mire. La producción de animales para exportación ha bajado y bajará en el futuro mucho más todavía. A esto se suma la lista de precios máximos en el Mercado de Liniers que ni siquiera tiene firma pero que todo el mundo sabe que viene de cierto sector del poder. La intervención en los mercados de trigo y de maíz es también un hecho consumado.
Bien, el funcionario Moreno tiene un estilo destemplado y agresivo, según comentan. Su actitud es similar a de quien está en una riña y pretende controlar una situación imponiéndose desde un poder policial o algo así. Pero este funcionario ocupa ese lugar porque allí lo ha colocado el propio presidente de la Nación. Lo mismo ocurre con la ministra Miceli, que sigue repitiendo a quien quiera escucharla que para luchar contra la inflación hay que controlar los precios. De donde se deduce que una profesional de la economía como se supone que es, cree que la inflación se detiene con “mano dura” y voluntarismo, no adecuando las ecuaciones económicas a la realidad de la oferta y la demanda y dejando de despilfarrar dinero comprando dólares caros, por ejemplo.
No se trata aquí de una cuestión de opinión. Se trata de no confundir conceptos. Una cosa es tratar de modificar expectativas y hábitos y otra es creer de veras que la inflación se produce porque algunos ganan mucho, o porque la cadena de distribución de tal o cual producto no es eficiente. La inflación es la suba generalizada de precios por desvalorización de la moneda.
Y la desvalorización de la moneda es un hecho desde hace ya 4 años, y sigue siéndolo se diga lo que se dijere.
El presidente de la Nación repite clisés contra el “neoliberalismo” al tiempo que afirma que los economistas “liberales” intervenían asiduamente en la economía de tiempos de Menem. Es decir que no había allí vestigios de liberalismo según las propias palabras de Kirchner.
¿Hay alguna diferencia entre el intervencionismo de mantener el dólar bajo y el intervencionismo de mantenerlo alto? ¿Hay alguna razón por la cual en los años de convertibilidad los empresarios no se hacían los vivos?
¿Por qué ahora el agro pretende subir los precios si gana más dinero que en mucho tiempo –Miceli dixit? ¿No hubiera sido más lógico que pretendiera hacerlo en tiempos de la convertibilidad cuando la rentabilidad era nula o casi nula? ¿No era que ganaron mucho en tiempos de Menem y ahora deben aprender a ganar menos, según se ha cansado de repetir el Presidente?
Es estas preguntas y afirmaciones hay una lógica elemental que nadie desde el gobierno se acerca a contestar. La verdad es que a estas alturas cabe pensar que nadie se anima.
El ambiente va tensándose cada vez más rápidamente. Si aún se sostienen índices contenidos de precios, es más bien como consecuencia de los subsidios que pueden pagarse debido al superávit fiscal consecuencia, precisamente, de la desvalorización de la moneda.
¿Podría ir hoy por hoy el Dr. Kirchner a EEUU y repetir que acá no hay controles de precios?. ¿o el inefable Moreno decir que sólo hay controles de costos?.
El permiso para vender poco a poco deja de interesar cuando las cosas se vuelven difíciles. El silencio de muchísimos empresarios ha empezado a ceder.
Esto significa que las incongruencias que intentamos señalar tantas veces empiezan a provocar consecuencias serias.
Buenos Aires, 2 de diciembre de 2006 HÉCTOR BLAS TRILLO
ESTUDIO
HÉCTOR BLAS TRILLO
economía y tributación
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Como citar este texto:
Héctor Trillo (06 de Dic de 2006). "Tipo de Cambio Alto". [en linea]
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