ACTUALIDAD ECONÓMICA: PELEAS INÚTILES
El neokeynesianismo que desde el gobierno se atribuye a los funcionarios del área económica choca con la cruda realidad: no hay dos defensores del modelo intervencionista que piensen lo mismo sobre todo aquello en lo que deben intervenir. Ni cuánto deben hacerlo. Ni cuánto. Ni de qué manera. Ese es el drama que cada día se presenta de manera más evidente.
Las peleas entre el ministro Lousteau y el secretario de comercio Moreno han tomado estado público y no parece que vayan a resolverse, por más que se quiera poner paños fríos al entredicho. Mientras el primero al parecer apunta a una metodología superadora inserta en una realidad internacional difícilmente modificable por funcionarios de un país sin peso, anómico, con fama de corrupto y mal pagador; el segundo arrecia en la metodología de los controles sobre empresarios, empresas, costos, precios y márgenes de utilidad; a todo lo cual suma el manejo burdo, torpe y primitivo de los indicadores económicos, tan vez basado en aquel principio goebbeliano del miente miente que algo quedará . Y por supuesto el apriete , posible gracias al visto bueno de la presidenta y a la cobardía de los afectados.
El ministro al parecer se ha empeñado en demostrar que el que manda es él, aunque la realidad de un peronismo que nada ha cambiado respecto del histórico, muestra que el poder está puesto en manos de Moreno. Ninguna de las prepoteadas que se le atribuyen sería factible sin el apoyo absoluto y sin tapujos del matrimonio presidencial.
Las diferencias, sin embargo, son más de forma que de fondo. Uno y otro funcionario creen que los precios pueden determinarse mediante cálculos matemáticos para evitar ganancias extraordinarias de los productores y comerciantes. Uno y otro parecen olvidar, de una manera casi infantil, que los precios que se fijan por debajo de los que determina el mercado producen escasez y desabastecimiento. Por razones más o menos desconocidas, uno y otro atribuyen a las fuerzas del mercado condiciones malignas, y uno y otro consideran, seriamente, que ellos son capaces de revertir tal malignidad porque sus decisiones son intrínsecamente buenas y favorables. La panacea del mercado es sustituida, así, por la panacea de la infinita sabiduría del funcionario. Y como cada funcionario tiene su propia opinión, la sabiduría de uno se enfrenta a la sabiduría del otro. Un verdadero galimatías de ribetes tragicómicos. El maniqueísmo reina por doquier.
El ministro, por ejemplo, está de acuerdo con la idea de reducir el tope de 40.000 toneladas mensuales de carne exportada en un 40%, es decir a 24.000 toneladas. Ello así en virtud de que el precio del producto ha venido subiendo en el mercado local sin solución de continuidad. Es decir que el ministro mantiene la misma impronta ideológica de sus antecesores en el cargo, y por supuesto de la presidenta de la República.
Moreno por su parte parece más inclinado a fijar precios máximos para los llamados cortes populares .
Decir que tanto una cosa como la otra resultan absurdas e inconsistentes es ser tan reiterativo como terminan siéndolo estos funcionarios. Las 40.000 toneladas de carne exportable ya son un tope impuesto por el gobierno. Y precisamente por eso ha venido bajando la producción de hacienda, razón por la cual ahora es preciso (al menos según el criterio oficial) bajar tal tope. Y dentro de un tiempo será necesario (siempre según dicho criterio) un poco más. Hasta llegar al tope de cero. Y luego el tope será negativo y será preciso importar. ¿Es esta lógica tan poco clara como para que estas personas no la entiendan? ¿Cuál es la base para suponer que en algún momento tal tope podrá subirse e incluso suprimirse? El absurdo es evidente.
Resulta entonces más o menos claro que las prioridades de nuestros gobernantes son otras. No podemos inferir que con estas políticas tendremos un país con el doble o el triple de cabezas de ganado en algunos años, como ha ocurrido en Brasil. No. Eso decididamente no ocurrirá. Y el gobierno está empeñado en que no ocurra. Del mismo modo, mientras todos los cálculos arrojan una tasa de inflación muy superior a la oficial, el gobierno persiste en aportar cifras surgidas de un organismo intervenido políticamente, devaluado y pervertido. ¿Le interesa reflejar la realidad para que el mercado en general y los inversores en particular confíen? No. ¿Por qué no le interesa ni la producción vacuna ni la confiabilidad en los índices? No lo sabemos. Pero no le interesa.
Y este, consideramos que es el punto capital. El meollo de la cuestión. El gobierno no parece acusar ninguno de los golpes que recibe de la realidad. Ni la merma de exportaciones cárnicas por decreto contribuye a mejorar el esquema de precios ni la intervención primitiva y torpe del Instituto de Estadísticas mejora la posición argentina en ninguna parte. Ni los controles de precios mejoraron el consumo y facilitaron la producción de bienes y servicios, ni los controles de costos y márgenes de utilidad tienen que ver con tales precios.
Pero la posición del gobierno en la cuestión de los precios y el abastecimiento tiene, paradójicamente, un importante apoyo de la gente. Precisamente en el día de hoy, varios medios se hacen eco de la trepada de precios de los productos escolares y también del pescado ante la vecindad de las Pascuas. Hemos tenido oportunidad de oír por radio los comentarios más crudos respecto de la viveza criolla y el abuso de los comerciantes ante la gran demanda que se produce para estas fechas.
Es casi patológico que no se comprenda que ante un incremento de la demanda los precios suben. Suben los precios de los artículos de Navidad en Navidad. Suben los precios de las flores para el día de la secretaria o de la primavera, suben los precios del alojamiento en Mar del Plata en enero, y suben los precios de las estufas en invierno. Como la mentalidad prevaleciente consiste en suponer que si bien los precios tal vez deberían subir pero no tanto, el gobierno se engancha de este esquema mental (o lo tiene incorporado) y actúa en consecuencia. Lo hace así a lo largo de años, lustros, décadas. Lo hicieron los gobiernos peronistas, los gobiernos militares, los gobiernos radicales. Planes de abaratamiento, listas de precios máximos, canastas navideñas, pascuales o de lo que sea, cortes populares de carne, autos económicos, panes porteños , veda de carne, etc. Etc.
Todo cuanto se logró es bajar la calidad de los productos, achicar los envases, generar marcas alternativas.
La panacea del dólar alto no es más que un sofisma. Nadie compra caro lo que puede comprar barato. Pero el Estado sigue comprando dólares a valores superiores a los del mercado. Lo hace emitiendo moneda y generando inflación. Luego cierra las fronteras para ciertos productos o los grava con impuestos y tasas varios con la finalidad de proteger la industria nacional. Así se logra estimular la fabricación local de baja calidad y alto precio, por falta de competencia exterior. A su vez, el dólar alto contribuye precisamente a ese mismo fin. A esto se le llama hoy modelo productivo y su fundamento es el cuidado de la quintita mediante el artilugio monetario del tipo de cambio caro y las trabas a la importación de sustitutos. La tecnología, a su vez, se atrasa de manera alarmante, dado que al tipo de cambio caro hay que sumarle la gravosidad aduanera que parece no conocer límites. Así, una computadora de última generación que en Miami se adquiere en 600 dólares, acá no baja de 1500, con lo cual se produce un doble efecto en cuanto al costo: el dólar, siendo caro, es más dificultoso ganarlo, y el precio en esa moneda, es una vez y media más alto que en EEUU, donde por otra parte la cifra citada en primer término es literalmente un vuelto para la gente de clase media. Y acá en cambio corresponde al percentil del 10% más rico . Así, cuando al mismo tiempo se pretende que los niños tengan una buena formación escolar y acceso a la computación, entramos en una verdadera entelequia. Los maestros ganan sueldos miserables, pero a su vez tienen en la mayoría de los casos una formación deficiente. Tanto formarlos como pagarle mayores sueldos requiere tecnología y por lo tanto dinero fuerte. Pero el dinero para afrontar tales sueldos, que debe salir del Estado, más allá de que se destina a otros menesteres, es recaudado en pesos y representa muchísimos menos dólares que los que representaría si el tipo de cambio fuera real. Es decir que el Estado, pese al superávit, no recauda tantos dólares como podría, y por lo tanto aunque tuviera la mejor de las voluntades, no puede pagar sueldos altos en divisas. Así podríamos seguir con miles de ejemplos.
El juego es perverso. Basta recorrer una calle de electrónicos en Miami para observar que la mitad de los artefactos que están en sus vidrieras literalmente no sabemos para qué sirven. Eso se traslada, claro está, a la tecnología industrial y en general a todos los aspectos de la vida económica. Se produce menos, de menor calidad. Se producen (o importan) productos obsoletos, abandonados por los mercados centrales del mundo, etc.
El gobierno de Néstor Kirchner había prometido una reforma política. En tiempos de Duhalde se había hablado incluso de una nueva reforma constitucional para suprimir el llamado tercer senador y ordenar administrativamente la gestión. Ahorrar costos, terminar con las capas geológicas de ñoquis , hacer eficientes las administraciones nacional, provinciales y municipales es una tarea ciclópea. Es más fácil el artilugio del dólar competitivo en lugar de volvernos competitivos. Pero, al igual que la llamada convertibilidad, no es para siempre. Porque el daño colateral es la inflación, el atraso tecnológico, los salarios miserables en dólares.
Decir todo esto puede resultar poco grato para muchos, pero así es como se conciben estos modelos. El Estado se preocupa por la inflación, pero no combate la inflación. Porque combatir la inflación implicaría llevar el dólar a su valor real y gastar el dinero de manera más eficiente. Y el costo político de hacerlo es enorme. Por eso no se habló más de reforma política. Por eso un personaje como Guillermo Moreno cuenta con el poder omnímodo de atacar a empresas y empresarios, de intervenir el INDEC, de tergiversar cifras. Por eso se amenaza ahora con nuevas leyes para meter presos a comerciantes o para decomisar mercaderías. Esto ya pasó en la Argentina. Pasó y más de una vez.
Con sólo recordar los 30 años que duró el congelamiento de los alquileres basta para pintar de cuerpo entero el grado de surrealismo al que nos conducen funcionarios que carecen de básicas condiciones de idoneidad para desempeñar sus cargos. Por decir lo menos.
Un párrafo final para los nuevos créditos a la producción anunciados por la presidenta del Banco Nación con el aval de la propia Dra. Kirchner. Se ha dicho y repetido que el crédito debe ser dirigido a la producción y no al consumo, cuando sin consumo no hay ventas. Y curiosamente hace algunos meses también se habían anunciado créditos a baja tasa de interés para que los inquilinos pudieran convertirse en propietarios. Es decir, créditos al consumo. Lo contrario de lo que se dice ahora.
La falta de seriedad de estas posturas ya puede fácilmente confundirse con falta de tino, desgraciadamente.
HÉCTOR BLAS TRILLO Buenos Aires, 2 de marzo de 2008
ESTUDIO
HÉCTOR BLAS TRILLO
Economía y tributación
Ramos Mejía, Buenos Aires
(011) 5254-5820 (011) 154-4718968
www.hectortrillo.com.ar
Como citar este texto:
Héctor Trillo (07 de Mar de 2008). "Lousteau versus Moreno". [en linea]
Dirección URL: https://www.econlink.com.ar/notas/lousteau-moreno (Consultado el 14 de Mayo de 2021)