Perspectivas del Nuevo Gobierno

El nuevo gobierno que asumirá el 10 de diciembre, tiene no pocas problemas por resolver. Las conjeturas de cómo lo hará y si lo hará son consecuencia directa de la falta de definiciones de parte de la presidenta electa, al menos hasta ahora.

En estos días siguientes a la elección de la senadora Cristina Fernández como nueva presidenta, el mercado se ha movido sobre la base de conjeturas respecto de qué y de cómo se hará para resolver una serie bastante importante de asignaturas pendientes. En términos generales se observa una tendencia a la baja de las tasas de interés y a la caída del valor del dólar, consecuencia directa de haber finalizado el período de mayor incertidumbre, que sin duda es el previo a cualquier elección presidencial.

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El mercado percibe, además, que el gobierno parece tomar en serio ciertas consideraciones que han venido efectuándose en los últimos meses respecto del incremento desmedido del gasto público y la necesidad de efectuar correcciones tarifarias. Al menos en lo que estamos viendo, la presidenta electa no parece dispuesta a asumir sin un colchón que le permita afrontar el nuevo gobierno desde una perspectiva favorable. El marco internacional continúa siendo muy favorable. Las commodities continúan en alza y las mejoras en los precios auguran una rápida trepada de las retenciones sobre las exportaciones.

Visto con la mirada corta de cierta política imperante, la tranquilidad reina en las esferas cercanas al poder. Eso es leído rápidamente por los operadores, claro está. Y así se favorece una calma que se prolongará en tanto y en cuanto los nubarrones no aparezcan en el horizonte.

Pero debemos tener presentes cuáles son las asignaturas pendientes, y en todo caso intentar imaginar cómo se resolverán. En términos generales adelantamos nuestro pesimismo al respecto. Un pesimismo que se fundamenta en la idea de que los problemas económicos tienen correlación directa con el modelo de sustitución de importaciones y tipo de cambio alto elegido.

La crisis energética no se ha resuelto ni hay miras de que tal resolución llegue. Las centrales de Timbúes y Campana están en proceso de construcción (la segunda se espera que entre en actividad en mayo o junio, la primera un poco más tarde) y su aporte (unos 1.200 megavatios) no será suficiente para abastecer una demanda creciente. El plan Energía Plus, lanzado hace un año, no ha provocado grandes adhesiones, excepto una inversión de 110 millones de dólares en la provincia de Córdoba. El resto pueden ser ampliaciones de centrales existentes, la llegada de barcazas para apuntalar al sistema en el litoral marítimo y una futura Atucha II lejana en el tiempo.

La negociación con el Club de París es imprescindible para tratar de abrir el mercado financiero internacional hacia la Argentina, actualmente cerrado luego del default . Pero ello implica a su vez pensar en una solución para los llamados hold outs, los acreedores que no ingresaron en el canje de deuda y que representan no menos de 25.000 millones de dólares literalmente borrados de las cuentas oficiales de deuda. Circula una versión acerca de una posible oferta hacia fines de 2008, luego del acuerdo que pueda lograrse con el Club, intervención del FMI mediante. Si bien tal intervención deja un regusto amargo en la boca de todo el clan gobernante, lo cierto es que no parece que haya otro remedio, y se espera para marzo una nueva visita de la gente del Fondo.

La mención de la senadora Kirchner sobre un superávit primario de por lo menos 3,15 puntos del PBI requerirá sin dudas una baja del gasto público, un ajuste en los ingresos (vía retenciones, básicamente) y una tasa de inflación no menor al 15%, para poder mediante esta última reducir el gasto en dólares y mejorar los ingresos provenientes de los mayores precios. No hay que olvidar que el ajuste por inflación en los balances sigue prohibido y por lo tanto hay una tendencia creciente no sólo a recaudar más impuestos sobre los consumos, sino también sobre ganancias ficticias.

El sostenimiento del tipo de cambio competitivo , es otro de los puntos que requerirán especial atención. La falta de competitividad del país es una evidencia, a poco que se compare con la situación de Brasil, con quien para este año se espera un déficit comercial en torno de los 4.000 millones de dólares, siendo que el real se ha revalorizado respecto del dólar de manera contundente. Mientras la Argentina sostiene un cambio irreal para lograr ingresos y provocar inflación, Brasil hace lo contrario y pese a ello aumenta su penetración de manera notable. A esto hay que sumar la compra de empresas argentinas debido a su bajo costo en dólares entre otras cosas, todo ello producto de la política económica imperante.

La llegada de los dólares producto de las exportaciones en ésta época del año augura nuevos problemas al Banco Central, ya que deberá aumentar la emisión de moneda y consecuentemente el endeudamiento en LEBACS y NOBACS para secar la plaza de excedentes monetarios. Es decir, la ortodoxia dentro de la heterodoxia verbal imperante. Hay que tener presente que la suma de las emisiones en Letras y Notas del Banco Central se encuentra cercana a los 60.000 millones de pesos. El Estado es el gran tomador de dinero del mercado, para él sí que hay crédito y no hay quejas desde el gobierno. Pero para empresas y particulares el crédito se vuelve carísimo. Y precisamente el crédito caro encaja perfectamente en la política inflacionaria que se lleva adelante. Mientras el horizonte sea el de sobrevaluar al dólar, el problema continuará y probablemente se exacerbará.

La nueva presidenta deberá abordar el problema de las presiones gremiales sobre salarios de empleados del Estado (y también de los contratados que suelen quedar raleados de los ajustes y que son varios miles).

Es evidente que la intención del gobierno actual es la de mantener el dólar en torno de los $ 3,20, pero tal valor comienza a resultar escaso ante la presión inflacionaria generada, las elevadas tasas de interés vigentes y la llegada de aumentos tarifarios progresivos pero ciertos. Si a ello le sumamos los problemas energéticos, se entiende rápidamente que la balanza comercial haya ido decayendo y con seguridad continúe haciéndolo el año próximo. Las importaciones de ciertos bienes tienen relación directa con estos dos factores. Por eso la UIA presiona al ministro Peirano para que desarrolle mecanismos de protección adicionales. Pero el freno de importaciones impulsa todavía más el índice de inflación y retrasa la tecnología.

Y precisamente el índice de precios es otro de los problemas que deberán afrontarse. No se trata, obviamente, de cambiar metodologías, sino de garantizar la objetividad de los cálculos, cosa que a la luz de los hechos hoy por hoy resulta inimaginable.

Las exportaciones totales, en el corriente año 2007, estarán en torno de los 50.000 millones de dólares, una buena cifra que ha crecido respecto de los valores exportados a fines de los años 90, que no llegaban a los 40.000 millones. Pero si tenemos en cuenta la pérdida de valor del dólar en el mundo (que estaba a menos de 80 centavos por euro hacia 1999 y hoy está a 1,45) muestra una realidad respecto de ese incremento: que es más nominal que otra cosa. La verdad es que la política de cambio alto ha servido al Estado argentino para corregir el déficit recaudando dinero de las exportaciones de productos primarios, que es donde le mercado local es eficiente ante el aumento de los valores internacionales. Y nada más. La industria no vinculada al campo no exporta hoy por hoy más allá del tercio del total, y es la beneficiada con el tipo de cambio, y la protegida mediante el cierre de fronteras. Esta es la realidad. Pero la industria nacional no mejorará por eso. Al contrario. La protección sirve para descansar tranquilos y no competir, y esto no es visto así por las autoridades nacionales, ni las actuales, ni las próximas.

El dólar ha ido perdiendo valor en el mundo, el petróleo está cercano a los 100 dólares por barril (a fines de los años 90 no superaba los 11 dólares), la devaluación del peso no supera el 3% anual, mientras el índice de precios real calculado por varias provincias (ya no hablemos de cálculos de equipos particulares para evitar suspicacias), como por ejemplo Mendoza (gobernada por el vicepresidente electo), superará largamente el 20% a fin de año. No se espera en el corto plazo que la divisa norteamericana se recupere a nivel internacional, por lo que el colchón recaudatorio vía retenciones podrá sostenerse e incluso incrementarse. Pero la presión de los precios internos terminará requiriendo devaluaciones adicionales, cosa que es obvio que el gobierno actual (o el futuro) no quiere producir para evitar mayor tasa inflacionaria. Porque la compra de divisas a mayor precio que el de mercado siempre es inflacionaria.

Otro aspecto de gran relevancia es el tema de los subsidios. Los subsidios son un engaño estadístico, por decirlo de algún modo. La idea de que no hay inflación porque los precios de determinados bienes o servicios no suben debido a los subsidios es sencillamente absurda. Precisamente el subsidio es la convalidación de un precio mayor, sólo que es el Estado quien pone la diferencia entre el precio real y el que paga el público. Y esa diferencia se obtiene mediante el recurso de gravar exportaciones gracias al tipo de cambio alto y a la emisión de moneda necesaria para adquirir los dólares caros.

Los bonos ajustables en pesos por el CER han perdido valor relativo dado que la rentabilidad es menor por efecto del índice de precios tocado . El efecto es considerado por no pocos analistas como un nuevo default . Lo ocurrido con el INDEC en este año es sencillamente vergonzoso, y la sensación que existe es que se determinará una nueva base de cálculo de acá para adelante, con lo cual la quita efectuada prácticamente a punta de pistola es definitiva. Y nada garantiza, reiteramos, que no seguirá la cosa así. La no renovación de contratos al personal del Instituto, y el sostenimiento, luego de las elecciones, de un funcionario de características francamente surrealistas como Moreno al frente de las decisiones, son datos que no parecen augurar realmente ningún futuro promisorio.

Resulta también inadmisible que no exista prácticamente una política seria de recuperación ganadera. Todo lo contrario, todavía sigue vigente la limitación a las exportaciones de carnes a los niveles de 2005.

La presidenta electa ha hecho hincapié en la necesidad de atraer inversiones. Viejo adagio utilizado por el Dr. Lavagna durante casi 4 años. Las inversiones no vendrán si no se garantiza la seguridad jurídica. Y resulta casi hipotético pensar que tal cosa ocurrirá.

En suma, y para concluir, no esperamos un gran cambio en el rumbo, al menos no lo esperamos mientras siga creyéndose en un modelo productivista e intervencionista cuyo agotamiento está cada día más cerca. Históricamente nuestro país aplicó este tipo de esquemas. Dólar alto, gravámenes al sector agroganadero, ayudas y promociones varias al sector industrial, cierre de importaciones y el famoso compre nacional. Servicios públicos administrados pésimamente por el Estado e inflación creciente. Lo que se observa es el retorno progresivo al viejo esquema. Y si con razón suponemos que la senadora Cristina Fernández tiene las mismas ideas que tiene su marido y el grupo que en estos momentos maneja los hilos del poder ejecutivo, nuestra opinión no puede ser otra.

Esperaremos, pues, los acontecimientos.

DR. HÉCTOR BLAS TRILLO

Buenos Aires, 2 de noviembre de 2007

ESTUDIO
HÉCTOR BLAS TRILLO
economía y tributación
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Como citar este texto: 

Héctor Trillo (02 de Nov de 2007). "Perspectivas del Nuevo Gobierno". [en linea]
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