El inaudito boom de las commodities ha contribuido decididamente a la recuperación de la economía, como indiscutiblemente desde todos los sectores del cuadro ideológico se acepta. Pero desde el lado político la sucesión de errores es ya demasiado larga y hace cada vez más complicado escapar a las consecuencias.
Muchas veces desde esta columna hemos señalado la enorme cantidad de errores que comete el gobierno central al intervenir en la economía mediante un criterio mandamasista absolutamente erróneo y por eso mismo contraproducente.
Es ocioso volver a citar las subidas y bajadas del pulgar presidencial sobre empresas, empresarios o sectores económicos determinados. Los efectos son a nuestro juicio bastante más que devastadores.
La realidad indica que la inversión ha alcanzado cifras récord en 2006 comparadas con las de los últimos 26 años, pero las restricciones en materia energética, infraestructura y transporte no desaparecen en absoluto. Los errores son evidentes, ya que un crecimiento sano y coordinado dentro de un sistema jurídico previsible en el marco de las instituciones establecidas hubiera logrado alcanzar los objetivos sin semejantes carencias. La política tarifaria y la falta de control en la inversión pública tienen una influencia decisiva en esta materia.
En este año electoral el panorama está cargado de nubarrones. El gasto público ha crecido en el primer bimestre nada menos que un 40%, y si bien continúa afianzándose la mejor recaudación tributaria(se esperan $13.300 millones para marzo), resulta cuando menos incomprensible que esté cayendo el superávit primario y que la mayoría de los analistas no esperen para este ejercicio que sea mayor al 3%.
Caída de superávit fiscal, presión inflacionaria creciente, evidentes carencias energéticas y fallas en la infraestructura de rutas y puentes, por ejemplo, son un poco más que luces amarillas de alerta.
Mientras desde los ministerios se hace hincapié en el hecho de que no ha habido crisis energética durante el verano, todo el mundo sabe que las instrucciones impartidas desde las oficinas de secretarios y ministros a empresas y empresarios, han sido de postergar producción y ralentizarla en las horas pico y en los días de más calor. El plan denominado Energía Plus dispone que el crecimiento productivo por encima del año precedente debe ser cubierto con generación propia de energía eléctrica (a cargo de las empresas en cuanto a sus costos) y finalmente un verdadero saque en las tarifas del gas para uso industrial marcan un clima bastante lejano al de equilibro que se pregona.
Hay estudios privados que muestran que las provincias caerán en un déficit financiero (ingresos menos gastos luego del pago de intereses de deuda) superior a los $ 2.000 millones en 2007. Allí están incluidos unos $ 1.600 millones de la Provincia de Buenos Aires, ello sin contar el aumento a los docentes anunciado por el Ministro de Educación de la Nación para posicionarse políticamente el funcionario a su cargo, dando así muestras de una improvisación inadmisible.
Las empresas multinacionales vienen reinvirtiendo ganancias a un ritmo superior que en los años noventa. El auge en los precios de las materias primas tiene mucho que ver con estos datos, ya que sectores como el petrolero y el minero se encuentran íntegramente en manos de empresas extranjeras. La reinversión tiene mucho que ver con mantenimiento y puestas a punto, más que con la profundización de inversiones genuinas destinadas a nuevas áreas o emprendimientos.
Algunos datos son más que preocupantes dentro de lo que venimos comentando. Por ejemplo: ¿cómo es posible que los dos aeropuertos más importantes del país se hayan quedado sin radares por falta de repuestos?, ¿por qué si se vienen haciendo inversiones de importancia es tan desastroso el estado de la red vial? ¿por qué hacen falta planes de emergencia energética o incentivos a la exploración petrolera?. Es obvio que la infraestructura básica no acompaña ni de lejos al crecimiento económico que viene lográndose.
La inversión pública no siempre se corresponde con la correcta asignación de recursos, y la salida a la luz de casos como el de la empresa Skanska, vinculada a la construcción y ampliación de gasoductos, pone de manifiesto que sigue siendo un verdadero problema el sobrecosto en que se incurre para aceitar ciertos mecanismos en la asignación de obra pública. Hay que tener en cuenta que la inversión mide los valores absolutos utilizados, pero no los resultados logrados. Es decir que puede ser muy alta pero pésimamente asignada. Mucho tememos que haya bastante de eso.
Baste recordar que uno de los motivos, por no decir EL motivo, que provocó la salida del Dr. Lavagna del gobierno fue su denuncia sobre corrupción en la obra pública, que golpeó de lleno al ministro preferido del Dr. Kirchner: Julio De Vido.
La presión por ajustes salariales es creciente, y el gobierno se ve en figurillas para tratar de contener los reclamos gremiales, que miran los números de la inflación desde la perspectiva de la góndola en los supermercados, y no de las cuentas de un INDEC intervenido y sumamente devaluado. Los controles de 200 o 300 precios en una economía que lógicamente se compone de miles y miles de productos resultan casi una broma de mal gusto, y poco tienen que ver con la realidad doméstica de cada uno de nosotros.
Se observa en estos días la escasez de lácteos, y desde la Secretaría de Comercio se nota la impotencia ante una realidad incontrastable: la leche en polvo pasó de 2.100 a 3.800 dólares la tonelada a valores internacionales. No hay con qué darle a esas cifras. Si a ello le sumamos problemas con los transportistas locales, inundaciones y la caída estacional de la producción (ya dañada por las retenciones impuestas no hace tanto tiempo entre gallos y medianoche) tenemos un panorama complicado. Acá hay factores climáticos en juego, es cierto, pero los factores climáticos afectan al mundo, y el mundo no cae en situaciones críticas por ello. A lo sumo debe tomar medidas precautorias, destinar fondos para cubrir situaciones coyunturales o cosas por el estilo. Pero en la Argentina cada cimbronazo de los precios internacionales, produce una batahola infernal cargada de marchas y contramarchas, todo lo cual muestra un andamiaje endeble y peligroso, basado como sabemos en el sostenimiento de un tipo de cambio artificialmente caro.
Las subas salariales, el ajuste en los mínimos para el impuesto a las ganancias, y probablemente la próxima suba del mínimo para el impuesto sobre los bienes personales (retrasadísimo), son medidas necesarias y además útiles en el año electoral. Lamentablemente la realidad económica se tiñe de necesidades políticas, como el mentado anuncio del ministro de Educación. Pero la presión sobre la demanda de bienes de consumo doméstico como consecuencia del traslado de fondos del Estado a los particulares producto de los ajustes impositivos señalados, contribuye también a espiralizar los precios. Pero ojo, que los retrasos en los mínimos señalados tienen sobre la economía un efecto similar a los congelamientos de tarifas. O los subsidios cruzados. Esto es: postergar la inexorable llegada de la realidad tanto como sea posible. Hasta que no es más posible.
En este mundo ajeno a lo institucional, todavía no se sabe quién será candidato a presidente por el oficialismo, si el Dr. Kirchner o su esposa. En el mundo democrático y ajustado a derecho, la designación de candidatos se hace mediante el sistema de elecciones internas. Estas cosas ni siquiera se mencionan en los medios locales. Es lo más común y lógico que un presidente, el que fuera, designe al candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, al candidato a Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, y al propio candidato a presidente de la Nación. Es lo más común y lógico para nosotros los argentinos, embebidos en la anomia y la falta de institucionalidad. Pero no lo es para el mundo más avanzado. No lo es para los inversores que no llegan pese a los esfuerzos de Beatriz Nofal, o del ministro De Vido y sus incontables intentos de fomentar inversiones en áreas críticas que lo llevan a saltar de su asiento cuando un empresario brasileño cuestiona el modelo tarifario llevado adelante con los combustibles. Como si tal empresario no tuviera derecho de expresar su opinión a menos que ésta sea coincidente con la del gobierno.
Mientras los precios internacionales de las materias primas sean favorables, probablemente haya un resto para jugar a la inversión estatal, pero el deterioro del superávit no tiene que ver solamente con que estamos en un año electoral, y esto debe ser tomado en cuenta de una buena vez por los actores políticos. De lo contrario las consecuencias serán inexorables.
Buenos Aires, 3 de abril de 2007
ÉCTOR BLAS TRILLO
ESTUDIO
HÉCTOR BLAS TRILLO
economía y tributación
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Como citar este texto:
Héctor Trillo (03 de Abr de 2007). "Economía Argentina 2007". [en linea]
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