Despidos

LA LIMITACIÓN A LOS DESPIDOS ES UN ERROR CONCEPTUAL

Analizar la situación económica en un momento determinado, lo mismo que analizar cualquier otra cuestión que afecta a mucha gente, implica antes que nada darse un baño de realismo. Y en términos generales los baños de realismo suelen no resultar simpáticos. Dice un popular cantante en una canción que nunca es triste la verdad (pero) lo que no tiene es remedio . El concepto no nos resulta claro, confesamos. La verdad puede no solamente ser triste, sino que también puede tener remedio. Pero para que eso ocurra es preciso primero reconocer que el problema que constituye esa verdad, existe, para luego intentar encontrar la solución.

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Para encarar el tema de los despidos, de la desocupación o del nivel de los salarios será preciso hacer un poco de historia. Volver a los tiempos de la Revolución Industrial y de la instauración del derecho de propiedad.

El gran logro de la Revolución Industrial consistió en incrementar dramáticamente en el mundo los niveles de productividad. Esto es, lograr con una determinada inversión producir muchos más bienes en un cierto tiempo que los que se producían antes, por medios manuales, y con idéntica inversión en igual lapso. A este aspecto se le sumó el acceso por parte de la población a la posibilidad de convertirse en propietaria de los bienes adquiridos con su salario o con los ingresos provenientes de su producción.

Lo que sigue no resultará simpático porque implica ese baño de realismo al que nos referimos al comienzo. Las famosas conquistas sociales de los trabajadores que a partir del siglo XVIII comenzaron a imponerse en el mundo, tales como la jornada de 8 horas y el descanso hebdomadario, fueron posibles en aquellos lugares donde la productividad era lo suficientemente sólida como para garantizar que los bienes producidos alcanzarían sin necesidad de trabajar más tiempo. En otras palabras; no es que se logró trabajar menos evitando así ser explotados por los patrones , sino que se logró trabajar menos porque alcanzaba con eso . En algún aspecto esto es una simplificación para evitar extendernos en múltiples variables que en definitiva conducirían a lo mismo. Pero intentamos fijar el concepto en pocas palabras dado el alcance de un artículo de este tipo. En esto tuvo bastante que ver la llamada división internacional del trabajo , concepto que hoy se refunde con la globalización . Imagínese el lector que si su único sustento es una huerta que labora regularmente, cuestiones tales como la jornada de 8 horas, las vacaciones pagas y demás carecen de sentido. Es por ello que no son las leyes por sí solas (aunque por supuesto tengan su valoración en todo esto) las que consiguen los beneficios, sino la productividad.

Así las cosas, 200 años después de que se iniciaran las grandes luchas en pos de las reivindicaciones a las que nos referimos, son poquísimos los países del mundo que pueden darse el lujo de contar con una población asalariada que trabaja 8 horas diarias y cuenta con descanso hebdomadario, vacaciones pagas y todo lo demás. Y aún en tales países, hay una parte de la población cuyo porcentaje varía bastante que lleva a cabo jornadas agotadoras de trabajo de 12 o 14 horas. En los asalariados se les llama horas extra , en los dueños o gerentes simplemente no se le llama de ninguna forma, pero es así.

Y en la mayoría casi absoluta de los países las jornadas de trabajo son extensas. Los trabajadores suelen contar con trabajos extra en otros establecimientos o simplemente actúan de manera cuentapropista vendiendo productos varios, por ejemplo. A su vez, mientras hace 100 años las mujeres prácticamente trabajaban en sus casas, hoy deben salir a cubrir empleos para poder terminar de parar la olla como se dice coloquialmente.

Esto también tiene que ver con la necesidad de mayores ingresos para poder adquirir los adelantos tecnológicos y estar a la altura de las circunstancias. Si bien los productos de reciente generación (teléfonos celulares, computadoras, plasmas o lo que fuere) pueden resultar casi un lujo en un comienzo, lo cierto es que al poco tiempo se convierten en una necesidad, bajan sus precios al fabricarse a gran escala, y finalmente se masifican. Adicionalmente estos bienes pierden valor por efecto de la propia superación tecnológica, pero implican la necesidad de contar al menos con mayores ingresos que en los tiempos de la pelota de trapo y de la heladera de hielo.

Hace apenas 50 años, en la Argentina, el automóvil era un lujo de poquísimos. Esto lo damos como un ejemplo que puede extenderse al mundo entero o casi. Las casas y los edificios en general no se construían con garajes o cocheras. Nadie soñaba siquiera con llegar a un automóvil; o a viajar en avión. Hoy por hoy estas cosas son moneda corriente para las clases medias e incluso para las medias bajas.

Las necesidades de la población crecen en función de los adelantos tecnológicos, y eso requiere contar con mayores ingresos, los cuales pueden lograrse trabajando más horas o logrando, a su vez, mayor productividad.

De todo esto podemos concluir algunas cosas. La primera es que no son las leyes las que posibilitan mayores ingresos con menores tiempos de trabajo. La segunda, que se deduce de la primera, es que las inversiones de capital, el mejoramiento de la tecnología, y la mayor eficiencia administrativa son factores fundamentales para favorecer una mayor productividad.

Dicho todo esto podemos ahora adentrarnos en la actual situación de crisis mundial y en especial en el caso argentino.

PROHIBICIONES DE DESPIDO Y MULTIPLICACIÓN DE INDEMNIZACIONES

Como se sabe, en estos días se ha conocido un proyecto del diputado Héctor Recalde dirigido a prohibir o limitar seriamente los despidos partiendo para ello de un sistema de doble e incluso tripe indemnización por antigüedad para los casos de despido que pudieran producirse en estos días. Un dato adicional de sumo interés, paréntesis mediante, es que el proyecto de este diputado, que además es abogado, es que incluye una cláusula de retroactividad al primero de octubre. Cualquiera sabe que las leyes no pueden aplicarse de modo retroactivo, pero en la Argentina actual las barbaridades que serían defenestradas de un saque en cualquier Estado de Derecho, aquí son tomadas con absoluta normalidad. Mismo anoche veíamos en un noticiero de TV comentar esta retroactividad desde el punto de vista práctico, argumentando el periodista que de ese modo el esquema permitiría que alguien despedido en estos días pudiera volver a golpear las puertas de la fábrica y exigir lo que le correspondería de aprobarse la ley. Es decir, para este comunicador televisivo, el dato resulta absolutamente normal y nada, ni por asomo, le hace pensar en que la Constitución y las leyes de fondo dicen que una situación de ese tipo es ilegítima.

Y, claro, no se trata de volverse un exquisito de la ley, se trata simplemente de que, si las leyes pueden convertirse en retroactivas, la seguridad jurídica y el Estado de Derecho resultan directamente anulados. Esto ha ocurrido, incluso con leyes de tipo político, que exceden el marco de este análisis. Y es probable que esto haga que se convierta en normal lo que en verdad es una enormidad jurídica que lo único que produce es pánico. Naturalmente que no es nuestra intención hablar aquí de las cuestiones vinculadas con asuntos penales o criminales, sino simplemente traer a cuento el hecho de que la aberración jurídica de la retroactividad se ha convertido en un hecho común.

Pero yendo concretamente a las prohibiciones de despido, podemos analizar este tema desde el punto de vista monetario-matemático. Cuando las empresas disminuyen su producción manteniendo a los empleados por exigencias legales o de otro tipo, lo que ocurre es que transfieren ingresos monetarios a sus empleados sin la contrapartida de la creación de bienes. Este hecho es, de por sí, inflacionario. La baja de la producción conlleva la baja del gasto. Y la baja del gasto se anula cuando la empresa debe conservar los sueldos igual que cuando producía mucho más. Esto a su vez incrementa los costos de producción y por lo tanto baja la productividad, provocando la suba de los precios de sus propios productos, lo cual a su vez retrae aún más la demanda, aumentando la recesión. A su vez, los proveedores de insumos ven mermada la demanda de los mismos, deben también conservar a sus empleados abonando sueldos que no generan bienes, y así siguiendo.

Naturalmente que dejar a la gente sin trabajo es un tema socialmente dramático. Resolverlo requiere armar una estructura de protección basada en fondos anticíclicos, como han dado en llamarse últimamente, o una mejor asignación de recursos tanto en espacios públicos como privados. La mejora en la eficiencia equivale a una mejora en la productividad, y eso es lo que mejora la competitividad y posibilita vender productos local o internacionalmente a mejores precios. Acá mucho se ha hablado de la reforma del Estado en tiempos de Duhalde presidente sobre todo, y también de la creación de fondos anticíclicos durante el ministerio de Lavagna, pero la verdad es que nada se ha hecho. Al contrario, se ha gastado dinero de mil maneras subsidiando en muchísimos casos a empresas y a productos sin distinguir niveles de poder adquisitivo. Una cosa es ayudar a quien no tiene con qué, al menos durante un lapso, y otra es ayudar a todos aún cuando puedan pagar mayores precios. Claro, si así no fuera se afectaría el índice de precios, y por lo tanto la cotización de los bonos indexados, y eso al gobierno nacional no le conviene. Muy probablemente esa sea la explicación, aunque eso no modifica la realidad.

Hay países en los cuales la desocupación es alarmante. Uno ve por las calles y en los barrios, cualquier día hábil, una gran cantidad de personas jóvenes charlando en las esquinas o sentadas en el cordón de las veredas. Estas personas no tienen trabajo porque no existe capital invertido que se lo otorgue. Pero también carecen de trabajo por no contar con educación técnica o simplemente cultura general adecuadas para desempeñarse en sectores en los que podrían ser requeridas. Hay países (y el nuestro es uno de ellos) que en ciertas áreas contratan mano de obra extranjera porque la local no quiere, no sabe o no desea realizar ciertas tareas. En muchos casos se trata de trabajos no calificados. Estos problemas no se resuelven con prohibiciones o con exigencias absurdas a los empresarios , como si el reparto de billetes constituyera de por sí riqueza que permitiría comprar bienes y más bienes sin producirlos.

Yendo a un plano más micro no podemos dejar de dar algún ejemplo de lo que ocurre con empresas de pequeña o mediana envergadura. Imaginemos una zapatería, o un restaurante que cuenta con 5 o 6 empleados y que en virtud de la situación de crisis ha visto bajar sus ingresos y no puede sostener más que a 2 o 3 de tales empleados. El mensaje del eterno dirigente sindical Hugo Moyano es que les paguen los sueldos igual porque ya ganaron mucho antes . El discurso es idéntico al de Néstor Kirchner hace un par de años. Pero si el negocio no funciona lo más probable es que la empresa en cuestión quiebre y haya que repartir lo que queda entre los acreedores. Los empleados serán privilegiados a la hora de cobrar, pero luego deberán salir a buscar un nuevo trabajo mientras esperan cobrar sus indemnizaciones. Y cuando cobren las mismas, luego de años de juicio, podrán comprar bienes de acuerdo al nivel de producción y de productividad existente, y no a otro. ¿Es esto una solución al problema? Esto y lo que se le endilgó a Cavallo y a Menem es más o menos lo mismo. Los despedidos se compran un remis o ponen un maxikiosco y al poco tiempo se funden. Con dobles, triples o cuádruples indemnizaciones.

Muchas empresas y bancos del llamado Primer Mundo habían ganado sumas fabulosas en los últimos años y hoy están en quiebra o asistidos por fondos públicos que provienen antes que nada de la emisión de moneda o del endeudamiento público. La emisión equivale a inflación más o menos inmediata, y el endeudamiento debe ser pagado en un futuro con emisión o con más ajuste. Así de sencillo. Lo que pretendemos señalar es que el argumento según el cual quien antes ganó ahora debe bancarse las pérdidas porque lo dicen los funcionarios es, realmente, una estupidez.

Una empresa puede mantener la situación un tiempo, eso sin duda. Pero no puede hacerlo indefinidamente. Por lo demás, la indemnización por despido sin causa está prevista en la ley desde hace muchos años, y cubre precisamente eso: el despido sin causa. Duplicarla o triplicarla significa en buen romance que está mal lo legislado. Pero si está mal debería cambiarse hacia el futuro y no hacia el pasado. No hacia los contratados actuales sino hacia los futuros. Sin embargo, lo que se pretende es justamente al revés.

La mejora de la eficiencia, la mayor educación, la mejora de la productividad, y la construcción de la más sólida de las seguridades jurídicas es el camino para sentar las bases de un futuro promisorio. El resto es verso político de poca monta, desgraciadamente.

Dentro del esquema de eficiencia-productividad que estamos señalando hay que incluir aquello de la mejor utilización de los recursos, tan recalcado en cuanto manual de economía que se precie podamos encontrar en cualquier biblioteca. En un país como la Argentina los recursos pueden utilizarse mucho mejor en los sectores en los que somos más eficientes logrando mayor competitividad. ¿Cuáles son esos sectores? Sin duda ninguna los agropecuarios. La agroindustria. ¿Es a esos sectores a los que se apunta para mejorar las cosas o se los califica oficialmente de pillos y avaros entre otras lindezas al tiempo que una organización prepotente comandada por el secretario de comercio y la conocida ONCCA pretenden decidir por los productores cuándo y cómo vender, a cuánto y por qué y a quién?.

Bien. ¿Por qué en la Argentina nunca se implementó seriamente un seguro de desempleo? El seguro implica un aporte del asalariado que de ese modo posterga el consumo para poder llevarlo a cabo el día que cobra el seguro. Esta es una medida adecuada en tiempos de crisis. La indemnización puede sonar muy linda pero implica que los empresarios hagan sus cuentas tomando en consideración el riesgo que les significa, sobre todo si su monto puede variar hasta triplicarse incluso de manera retroactiva a pedido de diputados para colmo profesionales de la ley. Así se fomenta el trabajo informal y los sueldos más bajos- No estamos diciendo nada que no se sepa, creemos.

Sin embargo ahora estamos en el baile y debemos bailar. Cómo hacer entonces para paliar los efectos de esta crisis.

Por empezar el Estado debería ponerse las pilas para bajar su gasto improductivo, que es exorbitante. Y cuando decimos Estado incluimos a las provincias ya los municipios. Los sobreprecios en las licitaciones son moneda corriente como reiteradamente ha sido denunciado inclusive por el ex ministro Lavagna cuando todavía era ministro. El pago de sobreprecios constituye, per se, una pésima utilización de los recursos que con esfuerzo abonan los contribuyentes. La reforma del Estado por ejemplo podría hacer que no debamos pagar dos veces por salud, seguridad o educación. Y una sana política fiscal permitiría acumular capital per cápita en lugar de perseguirlo y hacerlo huir hacia otras playas. Una reforma fiscal que grave los consumos con tasas razonables y que no castigue el éxito bajaría los índices de informalidad y favorecería las inversiones. Son ejemplos.

Estamos tentados de usar una frase que fue bandera en el llamado Mayo Francés : prohibido prohibir . Porque las prohibiciones son rebencazos al flete, son lomas de burro, son como esos serruchos que suele haber en las bajadas de las autopistas para evitar que se suba de contramano. Son, en definitiva, actos de impotencia.

HÉCTOR BLAS TRILLO
Buenos Aires, 19 de noviembre de 2008
HÉCTOR BLAS TRILLO
Economía y Tributación
www.hectortrillo.com.ar

Como citar este texto: 

Héctor Trillo (21 de Nov de 2008). "Despidos". [en linea]
Dirección URL: https://www.econlink.com.ar/hector-trillo/despidos (Consultado el 13 de Mayo de 2021)