"Todos cuantos predijeron el colapso de ese "castillo de naipes" que era la economía norteamericana deben estar exhaustos. No hay amenaza de ningún colapso del dólar. La estabilidad financiera, la productividad vigorosa, la flexibilidad y el dinamismo hacen de Estados Unidos uno de los lugares preferidos para invertir capitales; su afluencia costea los grandes déficit de cuenta corriente del país. Continuará haciéndolo hasta que, al final del arco iris, Japón o Europa se comparen favorablemente con el clima de inversión norteamericano. No contengan el aliento hasta ese día; no esperen la tan mentada tasa de "equilibrio" de 1,20 dólar por euro… No se prevé una fuerte suba del euro. El euro fue una idea estupenda, pero la economía que lo respalda es evidentemente lerda. Por consiguiente, es imposible que Europa se convierta muy pronto en un imán para el flujo mundial de capitales … El euro continuará rondando el 90% del valor del dólar".
Hace exactamente un año atrás y poco antes de morir el Prof. Dornbusch ("La encrucijada monetaria" La Nación. 27.3.02) describía de esa forma su visión sobre el futuro del dólar y descalificaba la posibilidad de un fortalecimiento de la moneda europea. La sostenida devaluación de la divisa norteamericana ha desmentido este pronostico confirmando la dificultad de explicar satisfactoriamente los movimientos de corto plazo de los tipos de cambio y el carácter superficial o interesado de las "teorías" que los sustentan.
De las lecciones del pasado se deduce que, en el largo plazo, la tasa cambiaria entre monedas de diferentes economías depende de sus índices de inflación y cambios de productividad. En otras palabras, la experiencia muestra que el tipo de cambio tiende a mantener un nivel histórico en la medida que dos economías tengan índices inflacionarios similares y no se produzcan severos cambios estructurales.
Sin embargo, en el corto plazo, juegan otros factores que pueden producir bruscas oscilaciones en las cotizaciones monetarias, como también sucede en otros activos financieros. El protagonista del corto plazo es el inversor y los mercados se ven influidos por las maniobras especulativas y los "climas" que acompañan las corrientes de decisión. Siguiendo a Keynes es posible comparar un mercado financiero con un concurso de belleza donde cada miembro del jurado no elige a la candidata más hermosa según su criterio sino más bien a la que supone que elegirán sus colegas.
De allí, que resulte poco sustentable tratar de explicar las oscilaciones monetarias de corto plazo recurriendo a las características estructurales de las economías. Un ejemplo de ello lo constituye la relación de Estados Unidos con Europa y su reflejo en la cotización euro-dólar.
Al entrar en el mercado, en enero de 1999, el euro se cotizó a 1,17 dólares. Después se depreció un 30% hasta tocar un piso de 0,83 dólares y en el último año y medio volvió a repuntar para alcanzar el valor actual de 1,10 dólares. Obviamente, estas fuertes oscilaciones en la cotización no son el producto de cambios brutales de productividad ni expresan severas alteraciones del dinamismo de las economías norteamericana y europea en los últimos cuatro años.
Sin embargo, cuando el dólar se fortaleció frente al euro, los gurúes económicos se apresuraron en exaltar el vigor de la economía norteamericana y las supuestas flaquezas de la europea, presentando de forma simplista movimientos de mercado de corto plazo como tendencias de largo plazo. Hoy es posible repetir el mismo error, pero a la inversa.
Burbuja y realidad
Las cotizaciones de activos financieros, incluyendo las monedas, pueden dispararse circunstancialmente sin causas objetivas que justifiquen esos incrementos de valor. Estas situaciones suelen ser descriptas como "burbujas".
La explosión de los precios de las acciones norteamericanas y, particularmente, de las tecnológicas, a fines del 90 ilustra sobre la dinámica de las burbujas financieras. La complicidad, ingenua o interesada, de analistas, asesores de inversión y medios masivos, permitió generar un espejismo que arrastró a millones de ahorristas a comprar ciegamente papeles cuyos precios se disparaban irracionalmente. La mayoría se zambulló gozosa en la corriente general, aceptando las teorías que inventaban los gurúes de moda y sin prestar atención a las advertencias de algunos expertos sobre la volatilidad del fenómeno. Luego, al desinflarse la burbuja, se desató la recesión.
Vinculado a este fenómeno, llama la atención que el dólar se siguiera fortaleciendo respecto del euro, a pesar de los crecientes déficit comerciales de Estados Unidos, el colapso del mercado accionario y el inicio de la recesión en el 2000. Debieron transcurrir dos años hasta que la situación comenzara a revertirse.
¿Por qué se demoró la recuperación del euro? Si bien no hay explicaciones económicas terminantes las razones deben buscarse en las decisiones de los grandes especuladores, en particular de los gigantescos fondos de inversión financiera que caracterizan el actual fenómeno de globalización internacional. Lo cierto es que el espectacular déficit comercial norteamericano era compensado por la decisión de los inversores extranjeros, particularmente europeos, de adquirir acciones y títulos norteamericanos. Hoy, ese ciclo parece estar llegando a su fin.
La guerra de Bush tiende, justamente, a revertir esta situación. La manifestación de poderío y supremacía que implica la decisión de aplastar al adversario contiene un sugerente mensaje, reforzado por el carácter arbitrario e ilegítimo de la acción. Resulta sencillo suponer una clara afirmación de la voluntad de conservar por las buenas o las malas "la estabilidad financiera, la productividad vigorosa y el dinamismo que hacen de Estados Unidos uno de los lugares preferidos para invertir capitales", conforme lo señalado por el Prof. Dornbusch en el texto inicial.
Por Alberto Pontoni.Marzo 2003
Como citar este texto:
Clubmacro (01 de Mar de 2003). "El Futuro del Dólar". [en linea]
Dirección URL: https://www.econlink.com.ar/articulos/dolarcortoplazo (Consultado el 13 de Mayo de 2021)